Si nos quitan la música…

Música en Asturias
Hace tiempo me llamó la atención una noticia sobre el ayuno musical al que había decidido someterse Trevor Cox, un profesor de ingeniería acústica en la Universidad de Salford (Mánchester).
Una de las conclusiones a las que llegaba es que la música se «ignora» fácilmente, es decir, a pesar de que el oído es un sentido pasivo (no podemos cerrarlo para dejar de escuchar como cerramos los ojos para dejar de ver) estamos tan acostumbrados a ella que, en ocasiones, no nos damos cuenta de que está sonando, porque nuestro sistema auditivo está constantemente recogiendo sonidos. De hecho, escuchamos música a todas horas, a veces sin ser conscientes, en los contextos más diversos: cuando nos ponen a la espera en una llamada telefónica, en el supermercado, en los anuncios de televisión, en los medios de transporte…
Sin embargo, pese a la sobre exposición sonora, la mayoría de nosotros disfrutamos de la música. Digo la mayoría porque se calcula que aproximadamente el 4% de la población mundial padece amusia, una condición neurológica que afecta a la capacidad para comprender y apreciar la música. Repito: un 4% a nivel mundial.
Para el 96% restante, la música despierta emociones. Diferentes y numerosos estudios han demostrado su poder terapéutico y su capacidad para aliviar síntomas como el estrés o la ansiedad. Por supuesto, nuestros gustos musicales influyen en nuestra percepción emocional, pero la sensibilidad por la música es innata al ser humano: los bebés responden positivamente a melodías incluso antes de abandonar el vientre materno.
Desde la antigüedad remota la música ha ocupado un lugar privilegiado en las civilizaciones, y grandes pensadores han tratado de describir el fenómeno, buscando definir su magnitud y su esencia: Pitágoras, Platón, Aristóteles, Galileo, Descartes, Kant, Schopenhauer, Nietzsche… Incluso Darwin, desde otra perspectiva, intentó encontrar respuesta al enigma de la música en la evolución del ser humano.
La música conmueve, en mayor o menor grado, porque su percepción está conectada al sistema límbico. Es una evidencia científica. La música libera dopamina en el cerebro, igual que la comida, el sexo y las drogas. Así que si nos quitan la música, nos quitan uno de los mayores estimulantes del placer.
Disfrutar de la música es un privilegio. Favorece la comunicación y las relaciones sociales. Y, ademas, es un elemento generador de riqueza: la música como negocio contribuye al tejido empresarial y económico de un territorio, a pequeña y gran escala. Así que si nos quitan la música, hay a quien le quitan el pan.
Hablemos, por ejemplo, de los conciertos. O, más concretamente, de conciertos en los bares. Ese maravilloso tándem que en Asturias está prohibido. Hace unos meses, la Asociación de Músicos y Músicas d’Uvieu, con el apoyo de artistas, empresarios, representantes políticos y ciudadanía, inició una campaña de recogida de firmas para que el Principado de Asturias modificara la ley. Ni un acorde de menos, ni un decibelio de más solicita que el Principado permita y regule la música en directo en locales, por supuesto, correctamente insonorizados. Pero desde que esta petición se inició en agosto de 2015, el gobierno autonómico ha incumplido sus promesas públicas.
Es necesaria una ley justa, que ordene la situación; es imprescindible la modificación de un decreto absurdo que permite la música en diferido pero no en directo. Y lo es porque la música forma parte de nuestro patrimonio cultural, de nuestra identidad, de nuestra manera de ver el mundo. Los responsables deben legislar protegiendo los intereses de la música como bien patrimonial, los intereses de los músicos como emprendedores, los intereses de los empresarios del ocio y los intereses de los consumidores como ciudadanos con derecho a disfrutar.
Y deben hacerlo atendiendo al 96% para el cual la música es un placer. No a ese 4% de la población mundial que no tolera la música y parece estar congregada en los barrios de Oviedo, protestando reiteradamente de manera injustificada, avocando cualquier negociación al fracaso, y provocando el cierre de negocios debidamente acondicionados, como ha ocurrido recientemente con la sala Franelrock.
La petición para modificar la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas del Principado de Asturias vuelve a estar activa y necesita el apoyo de todos. ¡Firma y comparte!
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