Que sí, ho… ¡Dígotelo yo!
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Por Silvia Blanco
A vueltas con el diccionario.
Cómo viajan las palabras en el espacio tiene explicaciones que los lingüistas llamarán diatópicas o geográficas. En nuestro vocabulario hay palabras procedentes del árabe, del francés, del italiano, del inglés… pero nosotros también exportamos, sí señor. Muy conocida es la palabra siesta, por ejemplo, genuina del castellano. Si en Asturias hemos enriquecido la gastronomía con la sidra, la fabada y el cachopo ¿qué ha aportado el asturiano al vocabulario universal?
Desde su punto de vista, la filosofía del lenguaje nos lleva a un aspecto muy curioso: el lenguaje nos sirve para hablar de lo que existe, de lo que no existe, de lo que conocemos y de lo que ignoramos, e incluso mal utilizado, el lenguaje funciona: identifica, referencia, nombra, aunque pueda llevar a equívocos. Es lo que nos permite crear ficción, por ejemplo, inventar lo que decimos, crear un mundo posible.
Pero volvamos a lo de los equívocos. No pocos malentendidos se habrán dado entre hablantes de distintas regiones por un uso concreto de algún término. Porque, sí, el modo de hablar, al margen de una lengua propia (al margen de la llingua asturiana, en nuestro caso, oficial o no, normalizada o no), es también un rasgo de identidad. A ciertas particularidades prosódicas o gramaticales se une el sentido particular que ciertas palabras tienen en una determinada zona, o, incluso, otras que sólo se utilizan en esa región.
Además de ese hablar nuestro con entonación cantarina y transposición pronominal, los asturianos utilizamos unas cuantas palabrinas que, fuera de nuestro entorno, hacen fruncir el ceño en gesto de extrañeza.
Puede que los foráneos nos tachen de exagerados si decimos que un guaje es repunante. Tal vez se preguntarán qué es lo que le dejamos a quién sabe quién si contamos cómo presta lo de ir al chigre, tan atopadizo como es, pa’ darle un rato a la parpayuela. Quizá se extrañen cuando nuestros vaqueiros presuman de lo guapo que ye el paisaje (guapo, no bonito) aunque a veces la borrina no nos deje verlo. Y seguro que nos llaman finolis cuando decimos cucho para referirnos al estiércol (que eso de la mierda suena mucho más vulgar).
Alguna más, a bote pronto: a veces comemos pixín, andaricas y pito de caleya; llevamos un tajalápiz en los estuches del cole; en nuestros montes se ven esbardos y se esconden xanas, trasgus, cuélebres y otros seres mitológicos; no nos hacemos daño, nos mancamos; tampoco salpicamos, lo que hacemos es chiscar; y si llamamos a alguien fato es que no nos cae muy bien. Y todo eso en castellano y sin indagar demasiado, que falando n’asturiano ya nos vamos a otro nivel.
Pero quizá no haya nada más nuestro que un multifuncional ¡¿Calla, ho?!, que tanto te sirve para un roto como un descosido, para expresar sorpresa, incredulidad o indignación. Dígotelo yo.
Estos son sólo algunos ejemplos de asturianismos, palabras propias que los asturianos utilizamos de manera peculiar cuando hablamos castellano. Hay más, muy característicos y habituales. ¿Se te ocurre alguno? ¿Cuáles sueles utilizar tú?
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