Populismos frente a oportunismos (o de cómo los políticos nos menosprecian)
Por Silvia Blanco. A vueltas con el diccionario.
Según un dicho popular, no ofende quien quiere, sino quien puede. En la misma línea se dice eso de que, quien se pica, ajos come. Así que las palabras suenan o no a insulto, a descrédito o a infamia, en función de los oídos que las escuchan. Menos mal que ahí está el diccionario para confirmarnos si hay algo, más allá de la intención, que deba ofendernos.
Paseando por Oviedo un par de días antes de las elecciones andaluzas, llegó a mis manos un panfleto que, si bien la chica que lo repartía se esforzó en hacerme saber que no se trataba “de propaganda electoral, sino información del ayuntamiento”, llevaba bien visible el sello del partido. Inmediatamente me vino a la cabeza una palabra muy manida (más, si cabe, en estos tiempos preelectorales), que viene sufriendo el desgaste de verse convertida en dardo envenenado con el que se atacan desde casi todos los flancos: populismo.

¿De dónde le viene a populismo ese matiz peyorativo? Pues ahí viene lo irritante. En realidad populismo es un término bastante ambiguo que no aparece en el diccionario. Lo que sí recoge el DRAE es populista, un adjetivo que significa “perteneciente o relativo al pueblo”. Comparte raíz y procedencia, además de acepción (1) con popular, que significa también “propio de las clases menos favorecidas”, (4) “que está al alcance de los menos dotados económica o culturalmente” y (5) “que es estimado, o al menos, conocido por el público general”.
Desde el punto de vista político, populismo, como arma arrojadiza, parece entenderse a grandes rasgos como “que le dice al pueblo lo que quiere oír”. Así, sin indicativos ideológicos, pero sí con cierto tono despectivo que resulta indignante si uno se para a analizarlo.
Y digo yo que ya podrían, los políticos, a hablar correctamente. Si ya no por cuestión de estilo (aunque tampoco iría mal una dosis de calidad oratoria de vez en cuando), sí, por lo menos, para no despreciarnos. ¿Acaso es negativo que algo agrade al pueblo? ¿Acaso no buscan, unos y otros, ser estimados por el pueblo?
No importa si son de izquierdas, de derechas, o de los que no se definen: políticos de turno, sean ustedes populistas, y séanlo a mucha honra, porque se deben al pueblo. Pero sean populistas de hechos, no de palabras, porque están utilizando populismo como un mal sinónimo de demagogia.
Volviendo al panfleto que les comentaba, qué quieren que les diga. Comparto y refrendo que los gobiernos rindan cuentas y ejerzan con transparencia, así que me parece estupendo que el Ayuntamiento de Oviedo haga públicas sus cuentas. Pero hacerlo de ese modo, repartiendo folletos justamente en estas fechas, se me antoja populista, con ese sentido despectivo que los propios políticos le han dado. Lo que, hablando con corrección, llamaríamos oportunista.
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