«Piccolo Camerino»: entrañable y desternillante espectáculo de Adrián Conde
¿Se imaginan asistir a un espectáculo y que el protagonista llegue tarde y sin vestir? Pues no se lo imaginen; busquen en cartel la próxima representación de Piccolo Camerino, de Adrián Conde, y déjense arrastrar al primero de unos cuantos ataques de risa. Que no les engañe el nombre: el vestidor será pequeño, pero el espectáculo que este torpe payaso aprendiz de mago lleva en la maleta, es enorme.
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Lo acreditan, de hecho, el primer premio al mejor espectáculo en el Festival Internacional de Clown de Gran Canaria 2010; el segundo premio en el Campeonato Mundial de Magia de Calle de Alemania 2010 y el segundo premio al mejor espectáculo en el Campeonato Mundial de Magia de Calle de Italia 2014. Pero el mejor aval del espectáculo son los aplausos de todos los adultos que llevan a sus hijos “a ver al mago” y acaban disfrutando como niños…. o los brazos en alto de ese público infantil que se desvive por ser elegido para subir al escenario, esas siluetillas de metro veinte que al final de la función se lanzan a recoger el confeti de despedida para llevárselo de recuerdo y que saliendo del teatro elaboran las reseñas más entusiastas: “¿Viste cuando…?”, ” ¡…y cuando luego…!”, “¡…y las perchas que…!” “¡…y el micrófono que…!” “¡…y cuando subió el niño y…!”, “¡…y lo de los calzoncillos…!” , “¡…y lo del perchero cuando…!”, “¡…y cuando le decía que lo atase…!”, “¡…y la voz de la niña que…!”.


En Piccolo Camerino no hay grandes ilusiones, pero hay grandes emociones; no hay magia de cerca, pero se está cerca de la magia. Los trucos no dejan de asombrar (objetos que desaparecen, que cambian, que se agrandan o se encogen…) pero pasan a un segundo plano, por detrás de la carcajada que provoca la bien traida payasada, del golpe de efecto cómico de supone la exagerada torpeza del protagonista, del “engaño” al invitado con la complicidad de un público que lo ve todo.
Adrián Conde nos ofrece un trabajo riguroso, perfectamente orquestado, en el que todo está calculado aunque tampoco falta espacio para la improvisación durante la participación de un público imprevisible. Destacamos también, en último lugar pero no por ello menos importante, la gran labor en la selección, preparación y coordinación del acompañamiento musical. Una gran puesta en escena, en definitiva. Y todo eso, habiendo llegado tarde.

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