Desde Asturias, con orgullo

Se dice mucho en nuestra tierra, sin ánimo de ofender a nadie, que Asturias es España y lo demás, tierra conquistada. El dicho hace referencia al Reino de Asturias que, allá por el año 722, comenzó, de la mano de un tal Pelayo, la aventura de recuperar la Península Ibérica tras la invasión musulmana. A partir de ese momento, mediante alianzas (matrimoniales, pues de ese modo se hacían entonces las cosas), el reino se fue fortaleciendo, logrando resistir a las rebeliones internas y reconquistar territorios en manos musulmanas. Y así, sin ahondar en detalles históricos, se fue expandiendo, creció y avanzó hasta que, casi un par de siglos más tarde, se convirtió en el Reino de León. Después vendría la Corona de Castilla. Y la unión de ésta con la Corona de Aragón. Finalmente, la conquista del emirato de Granada y la anexión del Reino de Navarra (Antiguo Reino de Pamplona).
Andares y desandares que el devenir histórico y sus compejidades convertirían en lo que hoy conocemos como nuestro país. Un país que celebra su Fiesta Nacional el 12 de ocubre, el Día de la Hispanidad, aunque el festejo no está exento de polémica: hay quienes lo consideran como la “celebración de un genocidio” y quienes lo conciben como algo ajeno a su sentimiento patrio.
La fecha elegida recuerda el decubrimiento de América y su posterior colonización. Como en otros momentos clave de la historia, hubo barbarie, sometimiento y muertes. Pero guste o no, el desembarco de Colón, que celebramos el 12 de octubre, marca el comienzo de la Edad Moderna. Supone un hito histórico que, de mejor o peor manera, proyectó nuestra lengua y nuestra cultura más allá de los límites peninsulares. Y eso es lo que se conmemora, en mi humilde opinión, no la sangre derramada.
Junto a los detractores de la fiesta por “genocida” se manifiestan los ateos del nacionalismo, que no son “ni de aquí ni de ningún sitio”. Y también se escucha a los antinacionalistas y/o a los independentistas, que se excluyen a sí mismos apelando a sentimientos o ideologías.
Quizá esta variedad de opiniones no deja de ser una proyección de aquella pluralidad cultural y política desde la que se habían integrado los reinos hispánicos en una misma monarquía. Como en otros momentos clave de la historia, hubo barbarie, sometimiento y muertes. Detrás de la unión y la expansión de aquellos antiguos reinos habría colonialismo, conquista, ambición imperial. Pero también, probablemente, buenas dosis de pragmatismo, por aquello de que la unión hace la fuerza (lema que comparten, por cierto, exacto o similar, varios estados contemporáneos. A quien le interese, puede echar un ojo en este enlace).
Soy de las que piensan que las diferencias, con respeto, enriquecen. Incluso en temas tan complejos como los nacionalismos: ni el desapego es censurable, ni el orgullo es criticable.
Desde Asturias, que es España, con amor. Y con orgullo.
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